21 de julio de 2010

Pegamento


Cuando empecé a buscarte incluso por las barras de todos los bares a los que iba, la verdad es que me preocupé un poco. ¿Por qué existía ese mágico deseo en mí y cómo iba a hacerlo desaparecer?
De pronto un día, dos de mis neuronas hablando entre ellas (lo que hace el aburrimiento y la soledad) llegaron a la conclusión de que lo mejor era dejarme ser feliz en mi mundo paralelo de cristal.

- Ya aprenderá cuando caiga y madurará.

Me parecía estar oyendo la voz de mi madre haciendo eco en mi cabeza. Ella que siempre tuvo una obsesión insana sobre lo cerca o lejos que tenía mis pies del suelo. Si por ella fuera, un buen bote de pegamento habría hecho maravillas con la inestabilidad de su hija pequeña. En el fondo, creía saber lo mejor para mi, claro. Y quizá, también en el fondo tenga razón, aunque nunca se la dé.

Cuando empecé a soñar contigo incluso mientras dormía, seguí considerando que la cosa se me estaba yendo de las manos un poco. Pero despertaba con tu susurro y eso me seguía haciendo feliz. Y si algo te hace feliz, sin duda es algo bueno.

Aunque seguía oyendo a mi madre: ¿Cuándo madurarás?

El día que pasé por casualidad por tu pueblo y mire a todo ser viviente con el que me cruzaba, ya sin casualidades ni hostias. Buscándote en algún rincón, abandonado a tu suerte precisamente para que yo te encontrara... pensé que igual tampoco era muy sano alimentar mi locura transitoria.

Ese día me compré un bote de pegamento y de los extra fuertes.

1 comentario:

Xaquelina dijo...

Jaja, me gusta tu estilo.