Parar el tiempo. Con una foto no me basta. Necesito realmente que se pare en ese preciso instante y alimentarme de detalles en esa eterna imagen tuya. Entrar en una espiral de destellos de ti y permanecer allí, inmutable, por siempre.
De nuevo el tiempo y su efímera existencia, me harán decirte adiós sin pronunciar palabra alguna.
¿Y me pregunto cuánto aguantaré sin romper nada a mi alrededor?
Llueve. Son las 2. Mi obsesión focalizada en ti, me ha hecho salir de la cama, encender un pitillo y asomarme a la ventana a ver caer la lluvia. Llueve más. Por un segundo me planteo la opción de bajar a la calle y dejar que esas gotas me empapen, que borren tu recuerdo de mi memoria... puede que funcionara. Pero me acobardo y no lo compruebo, a cambio me quedo saboreando de nuevo ese recuerdo tuyo inventado. Y vuelvo a la cama entre sueños despiertos que anhelo convertir en dormidos. Pero vuelvo a la consciencia al día siguiente y ahí estás, inmutable y perverso, como expectante y listo para seguir inundándome. Sigo sin conseguir borrarte, o al menos desdibujarte, disimularte, desfocalizarte... tu primer plano yace una y otra vez intacto en mi mente. Es inútil luchar contra él. Me canso y tiro la toalla, cierro de nuevo los ojos y me dejo llevar de tu mano a nuestro mundo imaginario, qué remedio!
Te seguiré soñando, hasta que un día seas real.