10 de diciembre de 2008

Año de cambios...

Suelo empezar siempre todos los años nuevos con un montón de buenas intenciones... como la mayoría de gente, imagino. Empecé el 2008 bastante liada, con ganas de cambiar muchas cosas en mi vida; y claro, dada mi insistencia, así lo hice.
En invierno hacia el mismo frío de siempre, y perdí las ganas de volver a aquella triste oficina en la que me pasaba los días entre calefacción y papeles. Me tomé un tiempo para pensar en mi futuro y una vez más intentar entender qué estaba haciendo aquí.
En primavera se me alteró la sangre, y cuando el refrán hizo estragos en mi corazón, cambie de pareja, como el que cambia de zapatos. Cansada de tantas cosas que aguantar, aburrida de tener una de cal y otra de arena; llegué a las manos del que una vez más, soñé que era mi príncipe azul, pero obvio, volvió a salirme rana.
El verano fue caluroso y decidí aprovechar sus noches para encontrarme con la luna, entre otros compañeros. Ella me enseñó muchas cosas...
De día también me cundió mucho el tiempo, por eso que dicen que los días en verano son más largos, y conseguí iniciar un proyecto emprendedor que pondría a prueba mi carrera profesional. Ya puestos a vivir cambios y más cambios, empecé la segunda parte de mi mayor historia de amor. Sin tener en cuenta aquello que dicen de que segundas partes nunca fueron buenas, decidí poner a prueba una vez más mi destino, y por qué no? Arriesgarme, apoyándome en aquello de que la vida es solo para los valientes.
Juntos pasamos un otoño lleno de romanticismo entre hojas y besos. Ajenos a la crisis que cada vez se oía más a nuestro alrededor, soñamos con un mundo mejor, con una vida feliz otra vez unidos y está vez más allá de las cosas mundanas de este mundo mundano.
Ya sólo me queda mencionar aquí, la última noche de este año 2008. Sé ya a día de hoy que será una noche excepcional, como siempre haré balance de todo lo vivido este año y me propondré nuevas metas para el 2009; eso sí, todas serán a tu lado.