Salió
del tren justo al ver como se enviaba el e-mail y a pesar de tener la intención
de cancelarlo cuando lo vio en la bandeja de salida, no lo hizo. Esta vez no.
No hay nada más. Su música se adaptó a sus sentimientos y se bajó del
tren en su estación, bajándose de la vida de él paralelamente en su interior,
mientras las lágrimas empezaban a rodar huérfanas por sus mejillas. No pudo
evitar sentirse como en una peli, ajena a todo el mundo, absorta en sus
piruetas emocionales. Haciendo una vez más equilibrismos con sus sentimientos.
Sintiéndose como una maga sin un as bajo la manga. No tenía ningún plan. Sólo
había dejado fluir las palabras y se las había hecho llegar por fin a él, pero
no se sentía liberada. Pensó en lo perdida que estaba y decidió que quizá para
encontrarse sería bueno perderse literalmente un rato de su vida. Cogió la moto
e hizo el camino de memoria. Inevitablemente se plantó en el sitio donde
quedaron por primera vez, llevaba ahora la misma camiseta de Batman y no pudo
evitar una media sonrisa cuando entendió que hoy se sentía de todo, excepto
heroína de cómic. Se encendió un pitillo y pensó en lo volátil de las cosas,
mientras el humo se disipaba ante sus ojos. Tenía que volver a dejar de fumar,
pero quizá otro día, por que dejar tantas cosas un viernes se le antojaba
demasiado cuesta arriba. Después de unos diez minutos entendió la diferencia entre
su vida y las películas. Él no iba a aparecer como por arte de magia allí,
llamado por una conexión cósmica. Adiós a los cuentos. Hola a la cruda
realidad.
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