16 de marzo de 2013

Aún no sé si te echo de menos o de más

No sabes si vienes o vas. Y yo me canso de seguirte siempre el ritmo.

Tan pronto te quedas en mis ojos, como huyes de mis miradas. Y yo no sé si girar la cabeza y alejarme silbando.
Te escondes bajo los pliegues de mi piel toda la tarde o te da por olvidar mi aroma una semana. Y mi cuerpo no sabe cómo adaptarse a ser feliz sin tus rincones.
Buscas saciar tu lengua entre mis labios o abandonas a mis dientes sin importarte su tristeza. Y mi boca te guarda rencor todas las mañanas que despierta sin ti. 
Me pides el siguiente baile y luego resulta que no sabes moverte sin pisarme los pies. Y yo siempre me quedo con las ganas de estrenar mi vestido.
Adoptas mi cuerpo sin remedio para abandonar luego todos mis recovecos. Y yo me planteo recomponerme y donarme a otro ser cualquiera, de esos intercambiables.
Provocas hormigueos en mi inconsciencia mientras jugamos a morder un trozo de limón. Y creo que mi vida ya es lo bastante ácida y que yo lo que necesito son kilos de dulzura a granel.

¿Y aún podrías preguntarme por qué te odio?

Por que siempre me das como mínimo la mitad de motivos para hacerlo, el resto obviamente alimenta este sentimiento insano y voraz que siempre me lleva a encajar en el hueco de tus brazos con extraña exactitud milimétrica.
Tu miedo atroz me hace seguir teniendo ganas de coser mis labios con tus dudas y no volver a hablarte nunca más.
Como siempre vuelvo justo al punto de partida, ese en el que me sobran motivos para alejarme de ti y siguen sin faltarme razones para mantenerte cerca.

¿Y a caso no es legítima mi incertidumbre?

No hay comentarios: