9 de enero de 2011

Monstruito sin remordimientos


Mi sonrisa se acaba donde empiezan tus reproches.
Prefiero salir a coger un poco de aire. Aquí me asfixio.
No quiero escucharte. No puedo. Desde aquí tus gritos no me afectan y mis palabras son tan mudas como de costumbre. En ese silencio me siento más a gusto, aunque sé que es un arma de doble filo con la que puedo cortarme. Me da igual sangrar. Ya nada me duele. Me he vuelto un monstruito sin remordimientos.
En cambio él me mira y me entiende. A veces me acaricia la barriga y ronroneo sin sentido, dejándome llevar por mis instintos monstruiles más primarios. Por eso lo pedí para Papa Noel, esperaba que ese yanki gordito fuera benevolente conmigo y entendiera mis necesidades biológicas, pero no fue así. También se lo pedí a los Reyes, pero han pasado unos días y he perdido la esperanza de que el paquete se haya extraviado por el camino. Sólo me queda salir a buscarlo de nuevo y hacerle entender que necesito una dosis más de su dulzura para aumentar mi proporción de azúcar en sangre. Sólo así podré sobrevivir en éste, mi mundo, que se vuelve más y más salado por momentos.

Sé que tu dulzura contiene la dosis perfecta para mi mar

2 comentarios:

Xaquelina dijo...

Sencillamente...precioso

Shiwa dijo...

Gracias Xaquelina! ;)