Siempre
he tenido mi papel bien aprendido.
Ahora
de pronto me pongo el disfraz de angelito y me pierdo ante tanta bondad.
Era
mucho más divertido ser demonio. Por no hablar de lo práctico que resultaba no
preocuparse por nada.
Todo
es diferente por más que disimule silbando.
Me
es difícil no pensar en ti, aunque reconocerlo no está en mis manos, ni tampoco
en mis pies. Ando
tiritando todo el día y las mantas no consiguen que entre en calor. El hecho de
que acabemos de entrar en otoño, me hace sospechar que quizá tengas algo que
ver con mi desequilibrio temperamental, pero aún no estoy segura. Odio el otoño,
es mi estación “despreferida”, aunque el mes de Octubre es de mis favoritos.
Siempre me ha parecido que en este mes todo es posible.
Yo
este Octubre echo de menos tus cuentos de duelos entre héroes y villanos;
sobretodo esa sencilla forma en que siempre ganaban los buenos y que cuando no
era así, buscaras esconderte entre los pliegues de mi inconsciente para que mi
piel te consolara por un rato. Decías que te hacía sacar lo mejor de tu alma y
yo me sentía como un ser extraordinario con una capacidad de purificación
única. Ahora a veces me da por sentirme una mierda. Aunque enseguida recapacito
y entiendo que no he cambiado en nada, yo sigo siendo la misma que curaba tu
alma, la que temblaba bajo las yemas de tus ideas lascivas y se tiraba a la
piscina sin guardar antes la ropa. Ahora normal que tenga frío, si voy de
arriba para abajo desnuda y con el pelo mojado. Ya no dejo que nadie me
enjabone la espalda y me enfado como una enana cuando intentan arrancarme las
tiritas que yo misma me he puesto en el corazón. Yo soy la única que puede
salar mis heridas para luego disfrutar lamiéndolas. Y me paso el día callada
(algo inhóspito en mí) por que ese silencio es precisamente el que me acerca a
tu lado y allí es por desgracia, el único sitio en el que me siento
absurdamente segura y feliz.
Me
arrastras a la orilla una vez por semana para hacerme el boca a boca con tu
mirada y yo me dejo llevar una vez más por tu corriente, consciente que hacerse
la muerta quizá no sea la mejor solución. Pero me da por pensar, como siempre,
que aunque todo fuera mucho más complicado cuando estabas en mi vida, también
era mucho más divertido. Antes era como un pulpo, colgando de cada uno de mis
tentáculos miles de estrategias para cuadrar mi vida y poder llegar a todas
partes sin que se notara que estaba perdida; ahora más bien soy como una ostra,
aburriéndome tanto de todo…
Y
es que ya va siendo hora de que vuelvas. Hace demasiado que desapareciste. Yo
cerré puertas y ventanas para que no entraras cuando decidieras volver, pero
debo reconocer que últimamente he estado haciendo una rendija en la que fue
nuestra burbuja, para que puedas colarte de nuevo sin problemas. Se trata igualmente
de hacer ver que me da totalmente igual lo que acabes decidiendo. Pero que
difícil es fingir indiferencia cuando sigues provocando que me brillen los ojos
cada vez que nos cruzamos en el camino.
Al
fin y al cabo, todo esto es solo un juego y ganará el que tenga la mejor
estrategia. Lástima que aún no tenga claro qué final me lleva a la victoria o a
la derrota. Si quizá perdiéndote en realidad estoy objetivamente ganando, y
haciendo que regreses sólo me dedico a perder.
Me llaman Octubre, no pretendas saber más de mí...