10 de junio de 2012

Batman

Salió del tren justo al ver como se enviaba el e-mail y a pesar de tener la intención de cancelarlo cuando lo vio en la bandeja de salida, no lo hizo. Esta vez no. No hay nada más. Su música se adaptó a sus sentimientos y se  bajó del tren en su estación, bajándose de la vida de él paralelamente en su interior, mientras las lágrimas empezaban a rodar huérfanas por sus mejillas. No pudo evitar sentirse como en una peli, ajena a todo el mundo, absorta en sus piruetas emocionales. Haciendo una vez más equilibrismos con sus sentimientos. Sintiéndose como una maga sin un as bajo la manga. No tenía ningún plan. Sólo había dejado fluir las palabras y se las había hecho llegar por fin a él, pero no se sentía liberada. Pensó en lo perdida que estaba y decidió que quizá para encontrarse sería bueno perderse literalmente un rato de su vida. Cogió la moto e hizo el camino de memoria. Inevitablemente se plantó en el sitio donde quedaron por primera vez, llevaba ahora la misma camiseta de Batman y no pudo evitar una media sonrisa cuando entendió que hoy se sentía de todo, excepto heroína de cómic. Se encendió un pitillo y pensó en lo volátil de las cosas, mientras el humo se disipaba ante sus ojos. Tenía que volver a dejar de fumar, pero quizá otro día, por que dejar tantas cosas un viernes se le antojaba demasiado cuesta arriba. Después de unos diez minutos entendió la diferencia entre su vida y las películas. Él no iba a aparecer como por arte de magia allí, llamado por una conexión cósmica. Adiós a los cuentos. Hola a la cruda realidad. 





7 de junio de 2012

Neuronas y emociones


Cambios en las estructuras mentales que te hacen pasar de una emoción a otra sin a penas darte tiempo a pestañear. ¿Y no es eso vivir?

De pronto, sientes una serie de cosas cuando interpretas una realidad compleja de una forma subjetiva (como siempre son todas nuestras interpretaciones). Hasta que llegan nuevos datos y te hacen cambiar tu forma de ver las cosas  y por lo tanto, tu forma de sentirlas. Entonces es cuando piensas aquello de: Donde dije digo, digo Diego. Y vuelves a reestructurar tus neuronas en un intento casi suicida que siempre acaba persiguiendo el mismo fin: ser feliz.

Sí, sólo somos un conjunto de neuronas que conectan y desconectan a su antojo, pero decidimos nosotros con cada nuevo paso que damos. Qué fantástico ese libre albedrío que nos han regalado, aunque siempre esté supeditado a miles de condiciones, muchas de ellas sociales. Pero desde la más irrisoria de las decisiones a la más compleja, todas ellas, pasan por nuestro escáner cerebral, son puestas en una balanza a veces conscientemente, otras de forma inconsciente; y decidimos andar por un camino, mientras renunciamos a otros. No sé cuantas veces me voy a preguntar porqué decidí según qué caminos, ni si algún día dejaré de pensar en “qué hubiera sido de mi vida sí…”. Pero supongo que nadie está 100% convencido de lo acertadas que han sido todas sus decisiones.

Yo solo intento ser un poco más realista, aunque a veces siento que si siendo soñadora me va bien, no sé por qué extraña razón debería cambiar. Quizá por que no es bueno para mi salud mental estar colgada siempre de una de las puntas de la luna…más que nada, por que como buena licántropa, siempre caigo irremediablemente las noches de luna llena.